En la ciudad de Mérida, Yucatán, México, el estudio TARA Arquitectura ha dado vida a un proyecto residencial profundamente enraizado en la cosmovisión ancestral y en la relación armónica con el entorno natural: la Casa “Eya”. Este proyecto, concebido en México, es el resultado de un detallado análisis de las necesidades de sus habitantes y de una mirada sensible hacia la tierra que lo acoge.
Desde sus primeras ideas, “Eya” fue pensada como una entidad preexistente, una presencia que ya habitaba el terreno y que simplemente debía ser descubierta y respetada. La intervención arquitectónica, por tanto, no busca imponer, sino adaptarse y honrar el contexto natural y cultural.
Inspirada en la energía de la Madre Tierra, la casa se presenta con líneas sencillas y abiertas que permiten el libre flujo de elementos naturales como la luz, el viento, la vegetación y los sonidos. Estos no solo rodean el espacio, sino que se integran profundamente en su diseño, creando una experiencia sensorial única que trasciende lo puramente habitable.
Uno de los principios rectores del proyecto fue rescatar técnicas y materiales ancestrales propios de la región. Estas prácticas tradicionales fueron reinterpretadas de forma artesanal y cuidadosa, fusionándolas con una arquitectura contemporánea que no pierde su vínculo con lo esencial: la tierra y el ser humano.
El corazón de “Eya” es su jardín central, un espacio simbólico y funcional concebido como una ofrenda a la naturaleza. Allí, una serie de pilastras recogen el agua de lluvia a través de buñas, canalizándola hacia el centro del jardín. Este gesto poético busca reinterpretar el ciclo del agua y de la vida, celebrando el acto de dar y recibir de la Madre Naturaleza.
Además, se preservó la vegetación existente del lugar, utilizándola como un medio de conexión espiritual y visual entre el cielo y la tierra. Las pilastras también cumplen una función simbólica: elevan la ofrenda hacia el cielo, cerrando el ciclo natural que “Eya” busca representar.
A través de esta propuesta, TARA Arquitectura crea un espacio que trasciende lo físico para convertirse en una experiencia emocional, donde la arquitectura no es solo refugio, sino también lenguaje, ritual y memoria. “Eya” no solo es una casa: es un diálogo vivo con la tierra.