La propuesta ganadora de Giulio tenía como objetivo brindar a los visitantes un espacio solitario y personal, donde puedan inspirarse en su entorno. Decidió cerrar la cantera con un muro de contención y redirigir a los visitantes hacia un pasaje largo y oscuro que daba al acantilado.
En el parque natural de Arràbida hay un lugar donde puedes adentrarte en tu propia memoria, alejándote del paisaje circundante. Encontrarlo no es fácil. Un camino empinado y escondido nos acompaña a la entrada, balcón al mar. Un largo y oscuro pasaje retirado de la roca une inextricablemente el mar a la memoria. Por fin la luz! Una luz de pastoreo que despoja a la antigua cantera, ahora desea. Estamos en una sala al aire libre, el único sonido es el ruido del mar.
Los estudiantes de arquitectura reinterpretaron las canteras como “una herida infligida en una montaña que espera ser curada”. Su inspiración fue una grieta en una de las rocas, provocando que desarrollen caminos que aparecen y colisionan en el mausoleo, que finalmente conducen al horizonte.
Un mausoleo surge de la herida infligida en una montaña. Venera a quienes trabajaron sus laderas y lo que existía dentro de sus colinas. Es un monumento conmemorativo a los acantilados y picos que han sido sustraídos del horizonte debido a la minería. Reinventando la huella del hombre en este paisaje, el mausoleo destaca la belleza intrínseca que se encuentra en las canteras, creando espacios que aprovechan y elevan los elementos de la naturaleza …
Estos arquitectos egresados creían que el valor del sitio se revela al obtener una experiencia dinámica dentro del espacio mientras se está quieto. Eligieron armonizar el paisaje y la arquitectura, brindando a los visitantes una vista panorámica única del sitio.
