¿Sueñas con darle un aire totalmente nuevo a la casa pero no tienes ganas, tiempo ni dinero para embarcarte en una reforma? La pintura es la respuesta a tus anhelos
Económica, fácil de aplicar y capaz de transformar cualquier espacio de una (o dos) pasadas, es una obra al alcance de cualquiera con un poco de paciencia y planificación. Analizamos los pros y contras para que no digas que no sabías en lo que te estabas metiendo.
Al contrario de lo que sucede con otro tipo de reformas, que requieren conocimientos técnicos para conseguir resultados aceptables, pintar las paredes de la casa es relativamente sencillo. Sobre todo si lo hacemos en un solo color y, preferiblemente, claro, que disperse la luz y difumine las posibles imperfecciones de las paredes y en la aplicación de la pintura. Piensa que, haciéndolo tú mismo puedes ahorrar hasta un 70% de lo que supondría el trabajo realizado por un profesional. Aunque nadie ha cuantificado qué porcentaje de agujetas podrías ahorrarte si lo dejaras en manos de un experto...
Que pintar no sea muy complicado no significa que nos lancemos a por un bote de pintura y un par de brochas y nos pongamos a ello en un rato antes de la cena. Los profesionales tienen estas cuestiones por la mano, pero nosotros, como novatos, no. Además de analizar detenidamente qué color queremos usar y si es adecuado para nuestro proyecto, habrá que calcular cuánta pintura necesitamos, de qué tipo, qué herramientas necesitas, cuánto tiempo le dedicarás... Elabora una lista con todo ello (incluidas las dudas) antes de acudir a un establecimiento especializado en el que puedan asesorarte.
Aunque si contratas a un profesional suele ser más aconsejable pintar toda la casa, tanto por un tema de coste como por minimizar las molestias de las obras en casa, si el trabajo lo hace uno mismo es mejor centrarse en una habitación, de manera que podamos empezar y terminar la pintura en un plazo de tiempo corto: un fin de semana, por ejemplo. Tener que esquivar brochas y botes de pintura, además de muebles fuera de sitio, no es la mejor forma de encarar el lunes...
La pintura plástica es la más indicada para techos y paredes, ya que su composición con base agua simplifica tanto su aplicación como la limpieza de las posibles manchas y salpicaduras, así como de los utensilios empleados. Puesto que no vas a gastar en mano de obra, elígela con un buen poder cubriente, preferiblemente monocapa y antigoteo ya que, aunque puedan ser algo más caras que las de primer precio, acabarás ahorrando tiempo y trabajo.
En términos generales, un litro de pintura plástica suele servir para unos 20 metros cuadrados, aunque cada fabricante especifica esta información en el envase. Y, si no lo tienes claro, usa una de las prácticas calculadoras online que muchos de ellos tienen en sus webs.
Tienes el color en tu cabeza, sueñas con el tono perfecto y, lo que es aún mejor, lo has localizado en un muestrario. Antes de llegar a casa con 20 litros de pintura, hazte con una muestra –o mejor, con dos o tres, en tonos algo más claros y oscuros– y pruébalas en las distintas paredes a pintar para valorarlas una vez secas –el color sube– en distintos momentos del día, con y sin sol, con luz natural y artificial...
Nadie quiere pasarse un sábado pintando para descubrir a la mañana siguiente que el salón parece más pequeño que el día anterior o el tono que perseguíamos no era exactamente ese.
Es el momento de hacerse con la pintura suficiente y un poco más, por si nuestros cálculos no han sido del todo correctos o para guardarla para corregir posibles arañazos o manchas. Los colores hechos a medida con máquinas tintométricas son muy útiles en este sentido, ya que incorporan una referencia con la que pueden reproducir el color exacto en caso de tener que arreglar algún desperfecto. Asegúrate de guardarlo en un lugar seguro y evita la tentación de 'aclarar' u oscurecer el color por tu cuenta en casa, ya que será imposible de reproducir de forma exacta y se verán los parches.
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