La llegada de un bebé nos vuelve locos y lo queremos TO-DO: una cuna que se convierta en cama, un armario a la medida de su ropita, ese color de pintura que huele a bebé... ¡Stop!
"No es una buena opción. Las cunas convertibles ocupan mucho espacio y cuando el niño crece, tienes que cambiar la habitación porque no cunden y no cabe nada, con lo que acabas gastándote dinero dos veces"
Los niños crecen. Cuando son bebés, la cómoda parece el Palacio de Buckingham para su ropa, pero luego... "Se acaba necesitando cada centímetro de la habitación, que suele ser muy pequeña. Lo ideal para ello son las piezas a medida que ayudan a sacar partido de esquinas que con muebles independientes perderías".
Si no quieres o no puedes gastarte dinero en muebles a medida, la recomendación no es llenar la habitación de piezas exentas, sino ir a los tres básicos y gastar lo justo en un mobiliario que tendrás que cambiar, es decir, una cuna, una cómoda-cambiador y una silla o butaca. No se necesita más.
Lo ideal es elegir un color neutro por varios motivos: "Poner un color fuerte en alguna pieza, tipo pistacho, como algunos padres me piden, con el tiempo cansa y el mobiliario no es fácil de cambiar porque cuesta dinero". A parte, los bebés duermen más plácidamente sin colores estridentes y, por otro lado, estos te encorsetan más a la hora de elegir o combinar textiles y complementos.
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