Una granja del siglo XIX escondida en las montañas de Ibiza se ha convertido en un hotel, donde los huéspedes se alojan en suites minimalistas con interiores concebidos por la directora creativa Carlota Sarda Caralps.
El remoto refugio de Aguamadera abrió sus puertas a principios de este año, concebido como un aislado paraíso que se centra en la conexión con la naturaleza, el bienestar y la gastronomía. El proyecto, liderado por Iria Urgell, cofundadora del Grupo Pacha, y el empresario hostelero Pablo Fernández-Valdés, cuenta con la dirección creativa de Sarda Caralps.
Ubicado en lo alto de una colina en las proximidades de la playa de Cala Llonga, el complejo ha transformado las estructuras originales de una finca construida en 1888 para ofrecer siete habitaciones y cuatro suites. Estas estructuras, ahora renovadas, se encuentran rodeadas de 27 hectáreas de bosques de pinos, olivares y terrazas agrícolas, que proveen muchos de los ingredientes utilizados en el restaurante del hotel.
El nombre "Aguamadera" se inspira en la intención del hotel de promover la curación a través de la naturaleza, un concepto que se refleja en el diseño con el uso de materiales naturales como yeso arcilloso en las paredes, muebles de madera, tejidos de lino y alfombras de yute. La simplicidad es una constante en todo el complejo, con texturas orgánicas en las superficies y una paleta de colores neutros complementada con suelos de cemento.
El edificio principal se caracteriza por su decoración minimalista, con muebles de artesanía local, objetos selectos y una rotativa exhibición de obras de artistas ibicencos. El restaurante, situado al fondo, presenta una cocina abierta y un horno de leña, con suave iluminación proporcionada por pequeñas lámparas colgantes que iluminan las mesas decoradas con vajillas de la artesana británica Sarah Jerath.
Las habitaciones de la granja, distribuidas en dos plantas, emanan un aire monacal, con mobiliario en tonos tierra y una decoración que se ajusta a lo esencial. Las suites más espaciosas, ubicadas en los antiguos corrales, mantienen el mismo lenguaje visual.
El lugar cuenta con un porche cubierto con cómodos asientos a la sombra de una buganvilla de flores rosas, un contraste con las paredes blancas del edificio. La terraza de la piscina, por su parte, ofrece tumbonas acolchadas sobre baldosas de terracota y está rodeada por un bajo muro de piedra seca. La mejor vista para contemplar la puesta de sol se encuentra bajo un frondoso árbol, en el lado opuesto del edificio que da a la piscina, donde también se encuentra un espacioso comedor al aire libre.
Los detalles de diseño incluyen ladrillos huecos con caras estampadas incrustados en las paredes, que emiten una suave luminosidad durante la noche para orientar a los huéspedes. Además, Aguamadera ofrece diversas actividades para los visitantes y la comunidad local, como exposiciones, talleres y experiencias de bienestar, como meditaciones sonoras y rituales.
Ibiza, conocida mundialmente por su vida nocturna, está empezando a ser apreciada también por su belleza natural y su encanto rural.
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