Muchos de nosotros vivimos, estamos viviendo, o viviremos en una residencia para estudiantes; una buena combinación entre viviendas baratas y una estrecha convivencia con amigos y colegas. Por una cantidad razonable, es posible obtener una habitación individual y compartir algunos espacios comunes. Sin embargo, no son sólo los estudiantes universitarios los que actualmente viven de esta manera, y el concepto de co-living se ha establecido como una solución atractiva y efectiva.
Los altos precios inmobiliarios, y un estilo de vida cada vez más solitario e independiente, están llevando a las personas a buscar nuevas formas de vida. A pesar de las similitudes con una residencia estudiantil, la convivencia abarca muchos otros factores, como un sentido de comunidad, la sostenibilidad y la economía colaborativa. El concepto se originó en Dinamarca en la década de 1970, originalmente llamado cohousing. En el proyecto Sættedammen, 35 familias vivían en viviendas privadas y compartían espacios de vida y actividades como almuerzos, limpieza, talleres, fiestas y eventos. Hoy, la convivencia abarca una multitud de posibilidades, que van desde personas que simplemente viven juntas, compartiendo sólo el espacio físico, hasta comunidades que también comparten valores, intereses y una filosofía de vida.
Hoy, un importante nicho de mercado para la convivencia son los recién graduados, para quienes el atractivo suele ser financiero. Incapaces de pagar los costosos alquileres de las grandes ciudades, la solución es compartir. Una opción cada vez más común en este nicho son los espacios de co-living, diseñados y administrados por empresas de vivienda compartida. En lugar de buscar compañeros o amigos con quienes compartir un departamento, y tener que lidiar con contratos y cuentas compartidas, simplemente se alquila un dormitorio en uno de estos edificios. La mayoría ofrece habitaciones amuebladas y decoradas, cocinas, salas de estar y espacios de trabajo compartidos, además de servicios profesionales de limpieza e incluso coordinadores sociales para ayudar a los residentes a adaptarse a sus nuevos vecindarios.
Otro nicho de mercado está formado por personas ligeramente mayores, con más dinero, que buscan más espacio y privacidad. La mayoría tienen más de 30 años, solteros o casados, no tienen hijos y se acaban de mudar a una nueva ciudad. Para ellos, la convivencia no es tanto una solución financiera sino más bien una búsqueda de un sentido de comunidad. La empresa Node es pionera en este tipo de empresas y tiene varias en todo el mundo. Cada departamento aquí incluye una cocina y sala de estar y está amueblado con la curatoría de diseñadores. El intercambio está a cargo de los eventos promovidos por la compañía, como catas de vino, cenas de amigos, decoraciones de árboles de Navidad, espectáculos de teatro, y salidas a festivales de cine.
Una encuesta realizada por Space 10, el laboratorio de innovación de IKEA, buscó comprender los gustos y preferencias de las personas que habitan en un co-living, entendiendo qué cosas están dispuestas a compartir, y qué cosas no. El objetivo era basar mejores decisiones de diseño al crear los espacios de vida del futuro, teniendo en cuenta las preocupaciones de las personas antes de diseñar el proyecto. El cuestionario fue respondido por 14,000 personas de 147 países y todavía puede contestarse en línea. Los resultados, publicados en 2018, mostraron que la mayoría se siente atraída por la vivienda compartida para socializar con otras personas, no por la economía financiera. La mayoría también dice que prefieren vivir en pequeñas comunidades de cuatro a diez personas, algo que va en contra de lo que las compañías de co-living han estado diseñando: espacios de vida para cientos de personas (como Old Oak en West London, que tiene 550 camas). Otro hallazgo interesante es que la mayoría prefiere vivir con personas de diferentes orígenes y edades. La mayoría también prefiere vivir con parejas sin hijos y mujeres solteras; los miembros menos populares del hogar eran niños pequeños y adolescentes.
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