La dinámica de la población mundial ha sido desde sus inicios de carácter rural, sin embargo, este comportamiento poblacional ha atravesado un cambio importante en el siglo XXI producto de las aglomeraciones demográficas en las grandes ciudades.
Es así que, en el año 2008 se registró, por primera vez en la historia de la humanidad, que la población mundial pasó a ser mayoritariamente urbana llegando hasta un 50.4% con respecto a la población total. Producto de esta variación, nuestro foco de atención se ha saturado con la condición urbana. Rem Koolhaas sostiene que en estos años se está viviendo en un cliché que tiene como protagonista a la mitad urbana del mundo, pero ¿Qué sobre la otra mitad? ¿Cuánto realmente conocemos sobre el ámbito rural? ¿Lo rural es solo un fenómeno sociodemográfico o también posee una dinámica físico-espacial? Hemos sido bombardeados de estadísticas sobre lo urbano como si esta fuera una ciudad infinita, una panacea o paradigma. Asímismo, se realizan bienales y publican revistas de arquitectura sobre la temática de lo urbano; y como consecuencia, lo rural queda muchas veces relegado a temas medio-ambientales, nostálgicos y, peor aún, a considerarse como un ámbito estéril de intenciones proyectuales. Lo más grave de esta atención urbano-céntrica es que las ciudades están siendo “mapeadas” hasta la saciedad, desplazando al mundo rural hacia una gran incógnita conceptual; y este panorama se vuelve más crítico, si ponemos en la mesa de discusión que cerca del 78% de la población pobre en el mundo vive en las áreas rurales.
En América Latina, la definición de lo rural ha quedado muchas veces relegada a “cualquier cosa lo que no es ciudad o urbano”, en otras palabras, el concepto de la ruralidad es residual y sujeta a las diversas definiciones de lo urbano. Esto quiere decir que lo rural se suele asumir de manera binaria en contraposición a lo urbano, sin embargo, es válido cuestionarse si esta frontera conceptual entre ambos mundos se está desvaneciendo y lo urbano/rural realmente conforman un “continuum” territorial con ciertos matices, más que dos aspectos totalmente contrapuestos. Una de las consecuencias de esta imprecisión conceptual es que al momento de “cuantificar” la población rural no se incluyen otras importantes variables físico-demográficas, ocasionando en Latinoamérica una subestimación de lo rural, y una subsecuente falsa consideración de esta región como muy urbanizada; esto a su vez repercute erróneamente en la formulación de políticas públicas o programas sociales de sus respectivos gobiernos.
La constante rural
En Latinoamérica, casi la mitad de la población rural vive en condición de pobreza. El ámbito rural latinoamericano ha sido históricamente relacionado con la escasez económica, debido a que en este sector existe aún la mayor incidencia de pobreza por país, considerándose por mucho tiempo como un fenómeno inherente al sector rural. Por otra parte, la ocupación agrícola (la principal actividad rural en Latinoamérica) ha desempeñado un papel amortiguador en tiempos de crisis económicas; esta actividad primaria ha compensado vaivenes económicos en su conjunto, sin embargo, ya no es más así. La actividad agrícola ahora, como otros sectores económicos, también está sujeta al patrón económico coyuntural regional y hasta global. Si bien, actualmente los territorios rurales están cambiando debido a que se están generando recursos no relacionados con la agricultura, aun así, la actividad agrícola mantiene su predominancia debido a la demanda de los países a diferentes escalas.
Los fenómenos socioeconómicos que afectan al sector rural y que hemos descrito anteriormente tales como la pobreza y desigualdad causan un problema severo que es la carencia, dificultad o insuficiente acceso a servicios básicos como educación, salud, crédito financiero, registro civil, etc. A esto le sumamos, que la escasa interacción de los gobernantes con la población rural ha influenciado negativamente en su visión operativa, ocasionando que los métodos de dotación de servicios en áreas rurales no estén relacionados a sus dinámicas territoriales-demográficas. Esta desvinculación ocasiona sesgos “homogeneizadores” y “urbanizadores", lo cual evita repensar tipologías para la dotación de servicios teniendo en cuenta que la característica “remota” de los centros poblados rurales hace que proveer servicios posea un alto costo económico. Esta falta de servicios básicos genera una persistente desigualdad urbano-rural, causando que la mayoría de las personas migren hacia las ciudades de forma selectiva y que muchos residan en ciudades a pesar de laborar en zonas rurales.
En este contexto, los gobiernos han implementado diversos programas sociales y estrategias que tienen como finalidad promover el desarrollo económico y elevar la calidad de vida de la población rural en distintas fases temporales; esto en contraposición al estereotipo en el que el campo y lo rural es comprendido solo como “ocasional”, “bello” y “recreativo”, pero difícil de albergar vida interna o permanente. El mundo rural siempre ha existido, físicamente y muchas veces como un mito, sin embargo, toda está imagen romántica debe cambiar desde la disciplina de la arquitectura. Nuestro actual desafío desde el ejercicio arquitectónico está en invertir energía intelectual para realmente considerar al mundo rural como un campo de operación idóneo al planteamiento de metodologías proyectuales para este tipo de paisaje del que inevitablemente, y en un futuro cada vez más cercano, nos tendremos que hacer responsable.
Territorios indefinidos
En el Perú, la definición de lo rural estuvo en un comienzo relegado, como en muchos países, a lo que “no es urbano”. En este sentido, para fines censales, en 1940 se definía a lo urbano como “capitales, y centros poblados cuyo número de habitantes exceden del promedio aritmético del de dichas capitales, siempre que no tengan características típicamente rurales como hacienda, fundo, comunidad y otros”; en 1961 lo urbano era “además de las capitales (de distrito) se consideraban aquellos centros poblados con características urbanas como plazas, calles, agua y alumbrado”, por el contrario, lo rural era el resto de “centros poblados no capitales y sin características urbanas”; posteriormente en 1972, 1981 y 1993, lo urbano se consideró como “aglomeraciones de 100 viviendas contiguas”, y lo rural otra vez era “el resto”.
En el censo nacional del 2007, por primera vez, el ámbito rural poseía una definición propia para fines estadísticos y se consideró como sector rural a “áreas donde viven menos de 2 mil habitantes o 500 familias”. Se entiende que una concentración poblacional mayor a dos mil, ya generaría una dinámica urbana de atracción migracional, diversificación de actividades, y un cierto desarrollo del comercio con la necesidad de aprovisionamiento del área rural circundante. De acuerdo a esta definición, aproximadamente 8 millones (25%) de peruanos conformaban la población rural en el 2007. Una cantidad nominal que está decreciendo aunque muy lentamente; y en contraposición, el ámbito urbano crece a un ritmo cada vez más acelerado. A pesar que la clasificación de urbano y rural en el Perú es inflexible, algunos consideran que podrían existir otras subclasificaciones de territorios que se encuentren en etapa de transición hacia lo urbano; y estas diferencias sutiles serían valiosas para delinear políticas públicas para ambas orillas. No obstante, el lado rural es la que menos atención posee pero el que más población vulnerable, en términos porcentuales, alberga. No debemos olvidar que el 64% (5,2 millones) de la población rural peruana se encuentra en condición de incidencia pobreza; y estos padecen, entre otras cosas, de carencia o insuficiencia del acceso a servicios básicos; un problema álgido que tiene consecuencias en la sociedad en general, ya sea urbana o rural.
El problema de la distancia
Si bien, el territorio peruano posee una distribución geográfica heterogénea ¿Por qué los territorios con geografía adversa acogen coincidentemente a la población con mayor incidencia de pobreza? La respuesta inicial a esta pregunta es que la compleja geografía peruana (principalmente la sierra sur y selva) representa una dificultad para la provisión de servicios básicos (figura 3). Esto quiere decir que en el Perú, existen comunidades a las que solo se puede acceder mediante horas de caminata (hasta más de 4 horas), o viajes en bote por ríos que incluso pueden durar días. La concentración geográfica de la pobreza no solo es consecuencia de la complejidad de acceso, sino también por los altos costos que conlleva transportar los “insumos” desde las ciudades hacia estos territorios rurales caracterizados principalmente por su baja densidad poblacional.
Los tambos modernos
En el 2012, el “Ministerio de Vivienda, Construcción y Saneamiento” (MVCS) del gobierno peruano, implementó el “Programa de Apoyo al Hábitat Rural” (PAHR), orientado al mejoramiento y acceso a vivienda rural por encima de los 3,000 msnm. Este programa, entre sus componentes, tenía a los “tambos” que eran pequeñas edificaciones que servían como lugares de alojamiento de su personal técnico y de almacenamiento de materiales para la construcción. Posteriormente, en 2013, se crearía formalmente el “Programa Nacional de Tambos” (PNT) con el propósito de articular “servicios multisectoriales” para afrontar el carácter multidimensional de la pobreza rural de estas zonas lejanas. El PNT con la implementación masiva de los tambos tiene como objetivo facilitar el acceso de la población pobre y extremadamente pobre (especialmente asentada en centros poblados rurales y rurales dispersos), a servicios y actividades de sectores públicos y privados, coadyudando a su desarrollo económico, social y productivo, con la finalidad de contribuir a su inclusión social.
Desde la creación del PNT, ha habido un aumento gradual del número de atenciones hacia la población pobre rural, producto de una articulación intersectorial (ministerios del gobierno central) e intergubernamental (gobiernos central, regional y local). Sin embargo, el gobierno central es el sector que ha realizado el mayor número de atenciones desde la creación del PNT, concentrando el 58% de atenciones y que se puede explicar mejor desde el comportamiento de sus diferentes ministerios. Si nos fijamos en los ministerios del gobierno central podemos constatar que en el 2012, el MCVS poseía mayor porcentaje (+90%), ya que en este ministerio se inició el PNT; no obstante a partir del año 2013, el MIDIS (Ministerio de Inclusión y Desarrollo Social) tomaría mayor importancia debido a que el PNT es transferido a este ministerio. Se puede suponer que el MIDIS tendrá por algunos años más, una preponderancia en el número de atenciones debido a que el PNT es, en primera instancia, un programa social; y porque la primera fase para combatir la pobreza rural, es aliviarla mediante asistencia social. Sin embargo, existen otros ministerios, relacionados más a la productividad, que van creciendo en el número de atenciones como por ejemplo el MINAGRI (Ministerio de Agricultura). Ante esto, cabe preguntarse si la infraestructura del tambo está preparado para albergar intervenciones que fomenten la productividad, y así otros ministerios como el MINEDU (Ministerio de Educación), PRODUCE (Ministerio de Producción), MINCU (Ministerio de Cultura), puedan adquirir mayor notoriedad en el escenario rural y potenciar la multisectorialidad del tambo.
Autor del texto: Cristian Yarasca.
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