La propuesta del pabellón propone sacar las rejas de los espacios públicos de diversos distritos de la capital y de todo el Perú para transformarlas en artefactos que inviten a las personas a interactuar. Se extirparán estos presuntos elementos de ‘seguridad’, que devienen en dispositivos de segregación, para convertirlos en bancas, juegos para niños, arcos de fútbol, y un largo etcétera. Se busca canalizar toda la energía, tiempo y dinero empleados en hacer las rejas para darle nueva vida y significado a sus materiales.
Al estar enrejados, los parques públicos de Lima son de uso y acceso limitado, fomentando el que la gente no se sienta ciudadana ni que estos espacios les pertenecen. Ante la nueva densidad urbana que estamos experimentando, y frente al martilleo constante de los medios y la precariedad de la política global, nos estamos volviendo miedosos; se nos está induciendo a desconfiar del otro y de nosotros mismos.
Necesitamos más lugares para la integración que dispositivos de exclusión. El periódico El Comercio publicó una nota indicando que los bomberos no pueden atender más del 30% de emergencias recibidas por las rejas ilegales en las calles. Hay que reflexionar sobre cuál es el verdadero costo que esto le genera a la ciudad y a sus habitantes. El espacio público está para que seamos todos ciudadanos por igual.
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