Un terreno plano ubicado en un barrio cerrado al oeste de Pinamar se abre en forma de abanico de este a oeste, de frente –calle- a contrafrente.
Algunos pinos jóvenes actúan como débil filtro entre el lote, los vecinos y los campos de General Madariaga –al otro lado de la Ruta Provincial 11. Estos fueron los primeros datos de proyecto para una casa de veraneo la cual buscaría propiciar las reuniones y el dialogo, ya que durante las vacaciones, los espacios se utilizan de forma más distendida, los sentidos están más despiertos y la contemplación del entorno se transforma en una experiencia enriquecedora.
Dos contenedores -en apariencia monolíticos- superpuestos, cruzados y apoyados sobre una plataforma configuran la vivienda. Elevada sobre el nivel promedio del lote, la casa ‘domina’ el entorno y acentúa su carácter de observatorio.
El planteo de las cajas cruzadas garantiza vistas diferentes en las dos plantas: abajo al oeste y arriba al norte. La disposición del programa asegura así una correcta exposición solar en todos los ambientes.
El proyecto entiende y potencia la necesidad de reunión. AYYA finalmente se organiza alrededor de un patio, una terraza y una pileta que, cual espejo de agua, refleja multiplicando los efectos de luces naturales.
En planta baja la vivienda se cierra al frente buscando privacidad, negando el ritmo propio del barrio y potenciando la apertura al oeste. El espacio interior se diluye cuando la casa se abre a través de la apertura total de las carpinterías, lo cual genera grandes espacios mixtos, donde ‘el afuera’ y ‘el adentro’ se diluyen a la vez que aumenta el tamaño aparente de la casa. Como en un juego de opuestos, la casa se transforma en contenedores, tabiques y losa de cubierta que sirven de límite para el espacio que se percibe entrando desde el campo lejano. El quiebre de la losa sobre el estar-comedor acota -como un embudo, de mayor a menor- la transición entre el exterior y el interior. Sobre la cocina y a la salida de la misma, el espacio ‘cala’ la caja de hormigón para conectar en el espacio en vertical.
La viga sobre la planta baja se proyecta ante la necesidad de liberar el estar de cualquier elemento vertical (columnas) a la vez que expande la terraza. La viga en voladizo remata en una hamaca colgante. La jerarquización de este elemento -más allá del juego compositivo- demuestra el espíritu de la vida en vacaciones: marcando la importancia de la contemplación y su aspecto lúdico.
En planta alta, un vagón que contiene el playroom y los dormitorios vuela sobre la plataforma hacia el contrafrente, generando así la sombra necesaria para las actividades exteriores. Hacia el frente, se extiende buscando integrarse al barrio - aquello que la planta baja niega- al tiempo que parece volar sobre la planta de acceso por la falta de apoyos. Este voladizo macizo genera extrañeza y se mezcla entre los árboles, extendiendo la casa en el paisaje. Un poco más abajo, otro voladizo en forma de pérgola se relaciona con el primero y da escala al espacio exterior: un plano etéreo, calado, el cual se ‘estira’ hacia la calle proyectando sombras. Desde lo funcional, es un escudo solar para los vehículos.
El paso del tiempo y el recorrido del sol califican el espacio enriqueciendo la experiencia sensorial. Las pérgolas y caladuras en el hormigón filtran el sol y proyectan sombras que se manifiestan recorriendo las superficies horizontales y verticales.
Los ambientes son definidos por su tamaño, son neutros y no se revisten. Esta lógica de no determinación de los espacios busca la apropiación flexible de la vivienda por parte del usuario. Las marcas del encofrado y su controlada imperfección se toman como aciertos constructivos: estructura, color y textura se confunden, acentuando el carácter.
Todos los materiales han sido seleccionados para reducir el mantenimiento al mínimo posible, entendiendo que la acción del clima sobre ellos no es otra cosa que una continuación del proceso constructivo. Los tabiques de hormigón armado se han llenado en su totalidad con placas de poliestireno expandido en su interior -las cuales se colocan y ajustan en el proceso de encofrado, ya que la llenada de hormigón es única.
Los materiales manifiestan lo que son evitando acabados superficiales. La operación constructiva y el material de construcción quedan directa y definitivamente presentes en la obra. El hormigón armado, sin artificios, vuela sobre el terreno y se apoya en una plataforma, contrastando con la casa típica del barrio y caracterizándose como un elemento contundente y tan radical como el paisaje campero. La vivienda se transforma en el auditorio para contemplar cada atardecer. Tal vez esa sea su mayor virtud: captar el espíritu del campo, por donde cada tarde ¨cae el sol¨.
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