La neuroarquitectura investiga cuál es la influencia psicoemocional de los lugares en las personas poniendo en jaque a los arquitectos ante un gran desafío: la creación de sitios placenteros
La neurociencia es una de las disciplinas que se puso de moda en los últimos tiempos. Cada vez más rubros convocan a esta especialidad para mejorar sus resultados. Y tanto el diseño exterior como interior de los espacios laborales no están al margen de esta nueva tendencia. En ese sentido la neuroarquitectura investiga cuál es la influencia psicoemocional de los lugares en las personas poniendo en jaque a los arquitectos ante un gran desafío: la creación de sitios placenteros, que incentiven el bienestar, la felicidad y la productividad.
"Arquitectos y neurocientíficos llevan más de una década trabajando interdisciplinariamente con el objetivo de diseñar edificios centrados en el funcionamiento del cerebro de sus ocupantes. De esta manera buscan fomentar el bienestar físico e intelectual, reduciendo el estrés y la ansiedad", explica Ani Rubinat, titular de la empresa de arquitectura corporativa, Rubinat. Víctor Feingold, CEO de Contract Workplaces, sostiene que la neuroarquitectura, disciplina de la que tanto se habla por estos días, está próxima a cumplir sus primeros 70 años de vida. "Esto no es algo nuevo. Existe desde la década del 50. Por aquel entonces ,el doctor Jonas Salk que investigaba una vacuna contra la poliomielitis en los sótanos de la Universidad de San Diego lograba, día tras día, significativos avances en sus trabajos científicos. Pero de repente sus estudios se vieron paralizados. Fue así que en una desesperada búsqueda de inspiración viajó a Italia y visitó el Convento de San Francisco en Asís para pasar allí una temporada. Las características del inmueble, su diseño y el uso de los espacios sirvieron para colaborar con su trabajo mental. Cuando volvió a su país y retomó con la investigación comprendió que aquella arquitectura lo había ayudado con el fluir de nuevas ideas que terminaron por dar forma a la vacuna antipoliomielítica. Por tal motivo, trató de replicar la esencia del diseño de ese monasterio italiano. Para ello convocó al arquitecto Louis Kahn, quien trabajó durante siete años (entre 1959 y 1965) hasta dar forma al instituto Salk de San Diego. El espacio que había sido creado con el fin de fomentar la creatividad entre los investigadores, se convirtió en el primer edificio con neuroarquitectura", relata el especialista.
En línea con su relato, Rubinat agrega que ese instituto es un referente internacional en espacios neuroarquitectónicos, es decir, que están diseñados teniendo en cuenta cómo funciona el cerebro con el fin de fomentar el bienestar físico e intelectual. Mariana Stange, asesora inmobiliaria especialista en mercado corporativo, va más allá y sostiene que podrían encontrarse los antecedentes de la neurociencia hace miles de años: "Se puede decir que el origen de la neurociencia se remonta a tiempos inmemoriales. Ya hace unos 10.000 años la curiosidad, devenida en necesidad, de resolver jaquecas, migrañas o cualquier dolencia proveniente de la cabeza llevaron al hombre antiguo a querer investigar el cerebro y a realizar perforaciones en el cráneo con la idea de curar esas dolencias", relata y agrega: "Ya Hipócrates, el médico más famoso de la historia, sostenía que era el cerebro el órgano de donde provenían las alegrías, los deleites, la risa, las diversiones, las penas, las aflicciones, el abatimiento y las lamentaciones. Aunque el título de padre de la neurociencia quedó en poder, muchos años más tarde, del médico español Santiago Ramón y Cajal tras determinar la ubicación de las neuronas y su comportamiento de intercomunicación."
A los avances en neurociencia con el tiempo se sumó una batería de conocimientos y de instrumentos que aportó la neurobiología que es el área de la biología que estudia el sistema nervioso central. "Uno de los pilares básicos para esta relación entre las dos disciplinas se erigió hace unos 25 años, cuando se descubrió que teníamos un cerebro plástico, es decir, que las neuronas podían ser reemplazadas, contrariamente a lo que se pensaba antes", sostiene Rubinat. En 2003, Fred Gage, un neurocientífico del Salk Institute, enunció una idea: "los cambios en el entorno cambian el cerebro y por lo tanto, modifican nuestro comportamiento. Ahora se comprende mejor cómo el cerebro analiza, interpreta y reconstruye el espacio y el tiempo, lo que aporta valiosas pistas a los arquitectos a la hora de distribuir los edificios", aclara Feingold. Ese mismo año, Gage fundó junto al arquitecto John Eberhard la Academia de Neurociencia para la Arquitectura, cuyo objetivo es construir puentes intelectuales entre la neurociencia y la arquitectura. "Todo aquello que nos rodea, nos influye porque es información que hace que el cerebro ponga en marcha mecanismos de producción de hormonas que acaban produciendo sensaciones y emociones", explica Elisabet Silvestre, experta en biología del hábitat y que colabora con el Colegio Oficial de Arquitectos de Catalunya (COAC).
Edificios más humanos
Se estima que las personas pasan dentro de edificios, más del 90 por ciento del tiempo que están despiertos durante el día, y la realidad es que muchos de ellos no están pensados y construidos para generar bienestar. "Sin duda uno de nuestros desafíos es trabajar en los criterios subjetivos a la hora realizar un proyecto. Estos aspectos podrían dividirse en estéticos y simbólicos. Hasta el momento esto respondía a criterios muy personales de cada cliente o cada arquitecto pero la neuroarquitectura plantea un nuevo escenario que nos obliga a preguntarle a los usuarios cómo es el espacio que desean tener", explica Feingold. Para ello resultan fundamental la realización de entrevistas, encuestas y talleres. Espacios que permiten obtener valiosa información que luego puede ser utilizada para la proyección de los diseños. Hoy la neurociencia permite mapear el cerebro y entender que cosas se activan y qué lo estimulan. Y a su vez conocer qué sucede cuando se interactúa con el entorno y qué sentimientos se experimenta en cada lugar. En otras palabras, el entorno puede generar en una persona un sentimiento de seguridad o ansiedad. Es por todo esto que el diseño del inmueble puede ayudar a potenciar la máxima performance de un equipo de trabajo. Dicho de otra forma, la neurociencia permite hacer más humana la arquitectura.
Preguntas claves
Según Stange, la neuroarquitectura responde a preguntas tales como: ¿Es necesaria la privacidad del lugar de trabajo? ¿Cómo influye la luz en el rendimiento? ¿La altura de los techos en una oficina impacta en la creatividad? Los layouts ¿contribuyen en la sinergia entre los equipos o son inocuos?
Algunos estudios científicos realizados en los últimos años demuestran que las ventanas favorecen los escapes psicológicos. Es decir descansan la mente, permitiendo luego de "esos desvíos" volver a enfocar en el trabajo con el beneficio de una mejora en el rendimiento. "Quienes quieren favorecer el desempeño colaborativo y la sinergia entre el personal debe optar por layouts abiertos, pues este insta el encuentro de las miradas y a los cruces corporales", da tips, Feingold. Stange afirma que "los diseños en puntas y angulosos favorecen la aparición del estrés. Los espacios rectangulares disminuyen la sensación de encierro o masificación frente a los diseños cuadrados de una planta. Por otro lado, los lugares de trabajo donde se permite que los empleados los personalicen estimulan la creatividad y focalización."
El poder de la luz y los colores
El entorno arquitectónico y urbano cambia el cerebro y modifica el comportamiento de las personas. La neuro arquitectura determinará aspectos clave a tener en cuenta a la hora de definir un espacio corporativo para conseguir un mejor y más relajado funcionamiento de nuestra mente, tales como la iluminación, techos, colores texturas o las zonas verdes.
La iluminación resulta un elemento clave. "La artificial deficiente no ayuda al cerebro, que debe esforzarse mucho más; eso en las empresas puede influir en una baja productividad, mientras que la luz natural y el contacto con el exterior aumenta exponencialmente los beneficios", explica Silvestre. Además, la luz estimula la recuperación en enfermos internados en hospitales y facilita el aprendizaje en alumnos.
Las zonas verdes, por su parte, también cumplen un rol fundamental. "Contemplarla naturaleza tiene un efecto restaurador para la mente y aumenta nuestra capacidad de concentración. Por el contrario, cuando estamos en habitaciones estrechas y oscuras, tendemos a estresarnos", señala el neurocientífico Francisco Mora. La altura de los techos también es clave. Si son bajos favorecen la concentración, mientras que los altos resultan ideales para actividades artísticas o creativas.
El color también tiene una fuerte influencia en el cerebro, las emociones, las actitudes y las decisiones de las personas, y puede impactar de manera positiva o negativa en un entorno.
Según investigaciones que exploran el efecto del color sobre la cognición y el comportamiento de las personas, la incorporación de acentos de color que se asemejan al entorno natural como el verde, azul y amarillo produce efectos beneficiosos el bienestar de los empleados, y tiende a percibirse como un lugar saludable. Existe una clara preferencia por los verdes oscuros o intermedios reducen el ritmo cardíaco y la presión sanguínea aliviando el estrés, mientras que los anaranjados, amarillos pálidos o marrones típicos de la vegetación estresada o moribunda son los menos deseados. Además, el color rojo puede estimular los procesos cognitivos y la atención, factores necesarios para tareas que requieren un gran esfuerzo y concentración mental.
Por su parte, el color azul y algunos verdes intermedios pueden ayudar en las tareas que requieren creatividad. Mientras que el uso de los grises y blancos tiene un impacto negativo en los niveles de estrés. En definitiva, la forma en que se utilice el color no es un tema menor dado que puede alterar completamente la apariencia del espacio y, al mismo tiempo, influir en el estado de ánimo y la creatividad de las personas.
Relax obligado
El cerebro busca distraerse, para recuperar energía. Estudios realizados en EE.UU. dicen que del tiempo laboral que suele ocupar ocho horas del día, dos en promedio son "perdidas" en distracciones. El open space tiene la ventaja de facilitar la sinergia, pero es una amenaza a la concentración. Por lo tanto los espacios de no distracción, silenciosos y agradables permiten articular trabajo en equipo con enfoque individual.
Una premisa fundamental para recargar energías durante la jornada laboral es la de "apagar la mente por 20 minutos" esto para las personas resulta tan importante como la carga de batería para los celulares. "Descansar, activar otros sectores de nuestro cerebro como el motor o el auditivo nos permite volver al trabajo luego recargados. Es por ello que se están incorporando en las oficinas siestarios, sectores donde el staff se turna para descansar. Otro recurso es salir a caminar 30 minutos, idealmente en lugares verdes. Sin celular, abriéndonos a la percepción", aconseja Stange. Otro recurso importante es conectar con el cortex auditivo la zona del cerebro que transforma las vibraciones percibidas por el sistema auditivo (tímpano, huesecillos, etc.) en informaciones interpretables y comprensibles. La razón, descansa el corteza prefrontal que es el que se usa para pensar, racionalizar, planificar y organizar. Es por ello que algunas empresas están incorporando salas de audio, donde sus empleados pueden elegir una canción de su agrado y dejarse llevar por el ritmo por ejemplo. El poder elegir según su preferencia tiene el beneficio extra de generar dopamina, una hormona que permitirá una mejor focalización e interés al retomar el trabajo. En cuanto a los costos adicionales, los especialistas aseguran que diseñar espacios que tienen en cuenta los beneficios que genera la neuroarquitectura no genera costos adicionales. "Es decir no se encarece la obra a realizar. La inversión básicamente es la misma lo que varía es la utilización y la funcionalidad de los espacios", responde Feingold.
Caso modelo
Uno de los mejores ejemplos de cómo lograr espacios que despierte emociones positivas son las oficinas que Despegar tiene en Puerto Madero. La empresa que tiene 21 oficinas en Latinoamérica, ya remodeló 15.800 de los 24.000 metros cuadrados que tiene.
En la Argentina, sus metros se distribuyen en cuatro oficinas. En Puerto Madero tiene 7000, en Parque Patricios, 2700; en La Plata, 2600 y en el Microcentro, unos 1600 metros cuadrados. Además en el 2019 planean abrir unos 1200 metros cuadrados en la ciudad de Córdoba. "Cada locación es especial. Nos gusta planificar al detalle, cada elemento de nuestras oficinas tiene un por qué y fue elegido por el equipo pensando en la experiencia que queremos transmitir, desde el mismo layout, pasando por las paleta de colores, el mobiliario operativo, el de ambientación, las plantas y la señalética, entre otros detalles. Con cada obra buscamos siempre subir la vara y generar el efecto sorpresa en los colaboradores, que tiene un perfil muy joven y tecnológico", explica Paz Vivot, gerente regional de facilities de la compañía.
La ejecutiva agrega que los espacios se piensan como un reflejo de la forma de trabajo, "por eso se crearon espacios abiertos, en donde la comunicación y el trabajo interdisciplinario puede fluir", aclara. De hecho hay una gran presencia de áreas colaborativas con diversas tipologías para elegir en función de los objetivos: reunirse, socializar y hasta descansar. "Estas áreas buscan fomentar el trabajo en equipo y la interrelación entre áreas", finaliza.
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