Historia de la automatización en la arquitectura

Hace 5 meses

Eficiencia en obra, reducción de residuos, disminución de costos, incremento de la seguridad, mejora de la planificación e incorporación de máquinas en los procesos de construcción y diseño.

Hoy en día todos estos temas pueden asociarse fácilmente a la automatización en la arquitectura, sin embargo, para que la tecnología llegue a este punto, hubo que transitar un largo camino. Para conocer esta trayectoria, presentamos una breve línea de tiempo que ayuda a comprender cómo se ha desarrollado la automatización y qué posibilidades ofrece para el futuro de la profesión.

La historia de la automatización en los edificios comienza probablemente con un invento realizado en 1883 por Warren Johnson: el termostato. Este dispositivo, que busca evitar las variaciones significantes de la temperatura en un sistema determinado, en sus inicios, se situaba en una sala de calderas. El termostato encendía una luz cuando se producía un descenso significante de la temperatura, alertando a los encargados de la necesidad de poner más carbón para mantener el edificio caliente.

La mecanización en la arquitectura, que hoy coincide con los procesos automatizados, se introdujo recién con el Movimiento Moderno. El funcionalismo y la construcción en masa englobaron los ideales modernos e influyeron, en gran medida, en que pensamos en la tecnología como un elemento inseparable de la arquitectura hasta nuestros días. En el contexto de la posguerra, con los efectos del Plan Marshall y la reactivación económica, se impulsó el incremento de la construcción a través de políticas de desarrollo y vivienda. Estas políticas dieron lugar a un aumento considerable de las tecnologías de automatización incorporadas en los edificios, siendo uno de los principales símbolos el edificio Seagram, construido en 1958 y diseñado por Mies van der Rohe y Philip Johnson. Además, en esta misma época también surgieron diversas vanguardias futuristas, como ArchiGram o los metabolistas japoneses, cuyas propuestas evidenciaban las innumerables posibilidades de la tecnología aplicada a la arquitectura, imaginando formas alternativas de experimentar la vida y el entorno construido.

Los sistemas de control automático se fueron perfeccionando a lo largo de los años. Con la llegada de los ordenadores, las técnicas de hidráulica y neumática que predominaron hasta los años 70 y 80 -y ayudaban a controlar la temperatura de los ambientes mediante termostatos, válvulas y estaciones centrales en los grandes edificios-, empezaron a reformularse. Junto a las computadoras, en Estados Unidos, surgió el paradójico concepto de “Edificios Inteligentes”, que englobaba a todos los edificios que contaban con cualquier tipo de mecanismo de supervisión y control automático. Esta categoría se convirtió en un gran diferencial en la época, generando un estatus en el que la tecnología jugaba un papel clave en las ventas, asociando al edificio con ideas futuristas al adoptar sistemas informatizados. Es en este escenario donde comienzan a incorporarse sensores en los edificios, elementos que reaccionan por si solos en función del calor, del humo, de la intensidad de la luz, etc. Igualmente, todos los mecanismos estaban aún basados en acciones programadas por el hombre, es decir, en sistemas que no eran capaces de aprender de las situaciones ocurridas por sí solos.

Con los avances tecnológicos, el concepto de Edificio Inteligente, tras numerosas críticas, comenzó a incorporar preocupaciones sobre el proceso de diseño, las técnicas, los elementos constructivos y la gestión medioambiental. Los softwares BIM comenzaron a volverse más sofisticados y empezó a ser posible combinar de forma racional y económica los recursos técnicos disponibles, haciendo que la obra sea más inteligente y permita un trabajo más económico desde su concepción

Dentro de esta época destacan el final de los años 80 y los mediados de los 90. A finales de la década de 1980, el ordenador central dio paso al desarrollo de equipos independientes que se podían interconectar y comunicarse desde un único sistema. A partir de 1995, por otro lado, la popularización de internet y el desarrollo de dispositivos con softwares basados en la nube hicieron posible el funcionamiento de ordenadores conectados a la red. Gracias a los controladores locales de bajo coste conectados a la red global, comenzaron a recolectarse una enorme cantidad de datos que proporcionaron la información necesaria para evaluar y mejorar la propia tecnología en función de su uso. De este modo, los problemas tales como el desperdicio de materiales y energía pudieron empezar a ser mitigados a través de un funcionamiento más eficiente de los sistemas constructivos y automatizados en la arquitectura.

Así, con el encuentro entre la inteligencia artificial, la digitalización y los procesos de automatización en la arquitectura, se generó una rápida innovación en la industria que abrió el campo de juego de la disciplina, fomentando la creatividad. El diseño computacional y el diseño generativo, por ejemplo, ayudaron a automatizar las tareas cotidianas, a ahorrar tiempo optimizando las compatibilidades y también a generar diseños muy complejos. Además, el gran diferencial aportado por la digitalización de la construcción es que volvió a los procesos más seguros, permitió nuevas configuraciones impensadas y mejoró la eficiencia del proyecto y su ejecución.

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Para el futuro, podemos esperar que se desarrollen cada vez más sistemas para que las herramientas digitales entren en contacto con el mundo físico, de modo que lo que diseñemos en un ordenador tenga la posibilidad de imprimirse o fabricarse en el mundo real de una manera más sencilla. De hecho, con el uso de las tecnologías de diseño y fabricación digital, esta frase ya es una realidad. Como ejemplo, podemos citar el trabajo del Block Research Group de la ETH de Zúrich, que fue capaz de calcular y construir una estructura de cáscara autoportante utilizando el mínimo material necesario, dando como resultado un sistema sinuoso de hormigón ultradelgado con un grosor medio de sólo cinco centímetros. Otro grupo que destaca en el campo de la fabricación digital es la ICD/ITKE University of Stuttgart, que a través de sus investigaciones y construcciones evidencia la creciente influencia de la robótica en la arquitectura. Un claro ejemplo es su último proyecto, la Maison Fibre, expuesta en la Bienal de Arquitectura de Venecia de este año.

La historia nos demostrará que, probablemente, quienes accedan y dominen estas tecnologías serán los encargados de ampliar el campo de la innovación en la arquitectura. Si en el pasado la automatización se integró lentamente en la construcción civil, a partir de ahora parece que el camino es otro. La asociación entre arquitectura y tecnología parece estar destinada a vislumbrar lo inédito, pero también a repensar lo vernáculo Lo que comienza, de hecho, es la búsqueda de una precisión absoluta que permita materializar con mayor eficacia todo lo que se imagine y mejorar el entorno construido.

Fuente: ArchDaily

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