Ubicado en el corazón de San Isidro, Lima, sobre la tradicional calle Miguel Dasso, UKE se revela como una intervención arquitectónica minuciosa, contenida en apenas 37 m², dentro de una galería comercial. El diseño, desarrollado por ESTUDIOLOCAL, a cargo de Andrea Zavala Torres y Oscar Pita Wu, propone una lectura contemporánea de la estética japonesa, donde el silencio, la penumbra y la materia se articulan con precisión.

Desde el exterior, el restaurante se protege y sugiere a través de un sistema de celosías de madera dispuestas en distintas direcciones, combinadas con vidrio acanalado traslúcido. Este lenguaje genera un filtro ambiguo hacia la calle: resguarda sin ocultar, insinúa sin mostrar del todo. Un toldo retráctil —inspirado en las tradicionales mizuhiki noren— marca el ingreso con una discreción casi ceremonial.
En el interior, la espacialidad gira en torno a una barra en forma de L, que organiza tanto la operación como la experiencia gastronómica. Al ingresar, un cielo más bajo y una pequeña mesa lateral funcionan como un vestíbulo íntimo, desde donde se proyecta una vista directa hacia el fondo del local. Allí, un clóset de escala doméstica con un nicho iluminado por una lámpara de tela introduce un momento de pausa, casi ritual.


La barra es tanto protagonista formal como funcional. Su base de concreto fue vaciada in situ utilizando petates de totora como negativo en el encofrado, dejando impresa una textura sutilmente orgánica. El tablero, una sola pieza de madera maciza de casi cinco metros, fue diseñado con todos sus bordes suavizados, para un contacto cómodo y humano.
Detrás, una columna descarnada se confronta con repisas de acero inoxidable pulido, en un gesto deliberado que tensiona lo crudo y lo preciso. Cada pieza de mobiliario —incluidas las lámparas de mesa— fue diseñada especialmente para este proyecto. Arquitectura y diseño industrial se integraron en un proceso donde la definición técnica convivió con el trabajo artesanal, permitiendo que los detalles se resolvieran tanto en planos como en taller.


La atmósfera del espacio se construye desde la penumbra, siguiendo una sensibilidad japonesa donde la luz no inunda, sino que filtra. Lámparas de tela y papel bañan el ambiente en una claridad tenue, reduciendo la distancia entre los comensales y los itamae. La materialidad honesta —madera, acero, piedra pizarra negra— se expresa sin artificios, apelando a la textura y al contacto directo.
Como contrapunto, el baño introduce un gesto inesperado: una luz de neón roja y grifería de acero inoxidable componen un momento cinematográfico, sin romper la coherencia general del proyecto.


UKE no busca imponerse. Su diseño no grita, sino que resuena. Cada decisión de escala, cada gesto, cada elección material se alinea con la experiencia. Es un proyecto donde lo táctil, lo sutil y lo preciso se encuentran, configurando un espacio íntimo que se revela capa por capa.
Fotografía: Renzo Rebagliati