Las puertas cortafuego (PCF) son puertas que cumplen con los estándares de resistencia al fuego y pueden evitar que el fuego (o el humo) se propague por los pisos de un edificio, haciendo posible que las personas puedan evacuar con seguridad ante un incendio.
Las puertas cortafuego pueden estar compuestas por una o dos hojas, y están hechas de una combinación de distintos materiales, como fibra cerámica y acero. Sus herrajes incluyen mecanismos específicos de cierre y bloqueo automático. Para garantizar una protección efectiva y completa, todos los componentes (incluidas las cerraduras y las bisagras) también deben cumplir con las normas técnicas anti-incendios de cada país.
En gran parte del mundo, el uso de puertas cortafuego es obligatorio para edificios con una altura de más de cuatro pisos. Por lo general, se incorporan en el área de escaleras, incluyendo dos puertas cortafuegos y un espacio lo suficientemente grande como para dar cabida a una silla de ruedas, manteniendo a las personas seguras hasta la llegada de rescate.
Su aplicación es especialmente indicada en lugares con alto flujo de personas, como teatros, centros comerciales, aeropuertos, establecimientos educacionales, grandes edificios corporativos y edificios residenciales multifamiliares (especialmente en los pisos subterráneos). También debe instalarse en áreas como ubicaciones de acceso restringido, rutas de escape, pasarelas, entradas de oficinas, áreas de refugio, separación entre zonas industriales peligrosas, y en acceso a recintos de medición, protección o transformación de energía eléctrica.
Al instalarse, se debe agregar una frase –o señalética– que las destaque y que recuerde que deben mantenerse cerradas. Cualquier irregularidad que impida su cierre normal debe estar estrictamente prohibida.
Algunas versiones disponibles en el mercado incluso tienen sensores electromagnéticos conectados a un sistema de alarma contra incendios y Wi-Fi, cerrándose automáticamente en caso de incendio. La única excepción es cuando la puerta almacena equipos como bombas o generadores de energía, para evitar el acceso no autorizado.
Siempre y cuando cumplan con todas las regulaciones oficiales, en algunos casos es posible revestirlas e incorporarlas en el diseño arquitectónico sin alterar el patrón estético del resto del edificio. Un ejemplo es la puerta cortafuegos oculta en el proyecto 'Intervenção Aguda' de David Stanley Architects y Romy Grabosch.
No hay excepciones: todas las puertas cortafuego deben pasar pruebas para garantizar su verdadera resistencia al fuego y/o al humo. Estas evaluaciones dan como resultado clasificaciones que determinan el tiempo de resistencia a la llama directa: 30 (cada vez menos recomendado), 45, 60, 90, 120, e incluso 180 o 240 minutos. En gran parte del mundo se identifican como P30, P60, P90, y P120.
Depende. Cada país tiene una serie de regulaciones específicas. En Brasil, por ejemplo, se recomienda seguir las especificaciones de NBR 11742, NBR 11785 y NBR 11711, mientras que en Chile, se debe seguir la norma NCh 935/2, que aborda la resistencia al fuego de las puertas y otros elementos de cierre.
Los puertas cortafuego son muy importantes, pero se necesita un conjunto de medidas para garantizar la plena efectividad del sistema en caso de peligro:
- Barandilla continua: instalada a la altura exacta indicada por la normativa, redondeada y anclada a la pared.
- Luces de emergencia: son esenciales para que las personas puedan seguir la ruta de escape.
- Señalización fotoluminiscente: son pegatinas que brillan en la oscuridad, indicando la ruta de escape, los pisos, la salida y el acceso a la planta baja.
Extintores de todas las clases:
A) Agua: Adecuado para materiales sólidos como madera, plástico, caucho, telas.
B) Polvo químico: indicado principalmente para líquidos inflamables como gasolina, alcohol, querosene, diesel, aceite.
C) CO2: indicado para instalaciones eléctricas y equipos que utilizan energía eléctrica, como motores, bombas, generadores, baterías.
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