“En el antiguo Perú, los tejidos revelan el desarrollo económico, social, político y religioso de cada cultura. Su importancia no sólo radica en su uso como prenda de vestir, sino que va más allá. Las dimensiones de algunas telas permiten inferir que se utilizaron como lienzos para cubrir muros –como es el caso de las telas pintadas–, o como envoltorios de fardo funerario”, se sostiene en un libro abierto del museo. Esta historia textil, cuyos orígenes datan alrededor de 8000 años a.C, se halla exhaustivamente conservada y narrada en el Museo Amano: Museo Textil Precolombino, cuya colección ha sido declarada patrimonio de la nación.
Frente al reto espacial de contener un tesoro así, ¿Cómo debe responder la arquitectura? ¿Deberían ser los museos icónicas infraestructuras en la ciudad? ¿Cuál es la mejor forma de disponer los espacios para esta propuesta museológica?
Una forma de responder a estas preguntas es el planteamiento de “ampliación y reforma” que presentaremos en este artículo. Muchos peruanos todavía no conocen este museo y una de las probables razones es por su perfil bajo (como todo lo que es genuinamente majestuoso desde su interior). De una u otra forma, hacía falta devolverle mayor presencia acorde a la relevancia de este museo para el país.
Conocer este museo era una “costura pendiente”, hasta que llegó la oportunidad de escribir sobre este lugar y su pronta renovación; pues, ¿de qué renovación podríamos hablar no sin antes conocer el estado actual que se quiere transformar? Fue una excusa perfecta para finalmente reencontrarnos con nuestros hilos más profundos de un pasado e historia que debe estar presente como hilo conductor.
PRESENCIA URBANA E IMPORTANCIA
Lo primero que llama la atención desde la calle Retiro en el distrito de Miraflores es la escala pacífica y placentera, idónea para un museo de atmósfera mística y silenciosa. Pero claro, no es fácil reconocerlo desde la calle pues tiene una imagen sobria que podría quizás pasar desapercibida como una casa (he ahí el primer punto en cuestión).
Al llegar, la inmensa cortina –temporal– de hilados de colores te invita a atravesarla no sin antes atravesar un pozo de agua y detenerte entre sus flores de loto. Esto no es común, así que inspira religiosidad y respeto el estar rodeados de este previo paisaje. Entonces el espíritu transformador de la belleza y la influencia tradicional japonesa se percibe desde el ingreso.
Fue justamente un peruano-japonés llamado Yoshitaro Amano, ingeniero naval, empresario y filántropo, quien a raíz de sus numerosos viajes por el país, pudo recuperar y conservar los objetos abandonados por los saqueadores de tumbas en los desiertos de la costa. Entendiendo su importancia logra proteger la herencia cultural del Perú de la destrucción y del saqueo. Construyó en 1964 este museo al cual le puso inicialmente su apellido: Museo Amano. Con el tiempo, ha pasado a ser nombrado además como Museo Textil Precolombino y su colección ha sido declarada patrimonio de la nación. Incluye piezas de las culturas Chancay, Kotosh, Moche, Chimú, Cunisquepe y Nazca. Actualmente sigue recibiendo diversos visitantes y estudiosos; además de ser un puente de cooperación entre investigadores japoneses y peruanos. Recientemente en el 2018, formó parte de una exposición en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York.
El Museo Amano fue uno de los primeros en ser diseñados como tal en el país y es el único museo que aborda el tema de diseño y elaboración textil precolombina en el Perú, y se cuenta entre los pocos del mundo, dedicado a la investigación, exposición y conservación de piezas textiles con más de 3000 años de historia. Propone una experiencia integral, donde educación y actividades culturales se unen para propiciar una nueva mirada orientada al arte y desarrollo de la comunidad.
Hay que subir unas escaleras para iniciar el recorrido, es un acierto este primer impacto, nos contextualiza inmediatamente. Y es impresionante que no nos sintamos poseedores de ese patrimonio como nuestra herencia cultural. Este museo empieza a quedar chico frente a tanto que alberga: “Esta exposición es una clase de historia”, bien dijo el guía.
Luego continúa el recorrido cronológico textil. La sala “Wari” es una de las más impresionantes al estar integrada por grandes mantos de piso a techo cuyas técnicas predecesoras son llevadas a máximas expresiones. Esta sala tiene el poder de hacerte viajar en el tiempo, pararte al centro para tratar de ver y entender todo, y tan solo te quedas detenido, confundido y con más curiosidad. Lo mismo sucede luego con la sala de la colección privada “Yoshitaro” donde hay tanto por ver y tanto detalle que se podría analizar; ni qué decir de la colección privada del cuarto de estudios, da la impresión de que faltaran salas para tanto por exponer. El tiempo no alcanza para entregarse a esta experiencia en un solo día.
La muestra permanente esté localizada en el segundo nivel y no en el primero, entonces notamos la dualidad: un primer nivel transparente para exposiciones más libres e itinerantes y un segundo nivel más protegido y opaco para la conservación de la exposición principal. Es verdad que aunque es maravillosa la forma en que es presentada esta exhibición a través de salas ordenadas y concatenadas con un hilo histórico, pues de pronto estás recorriendo y tejiendo con ellos; hay (espacialmente hablando) cortes abruptos en algunos encuentros y vacíos que podrían ser mejor explorados. La nueva versión del museo busca precisamente eso, desaparecer esos rezagos de escala compartimentada para darle continuidad al recorrido espacial, a la vez de que esto se lea desde afuera como un contenedor de semejante historia, y que tenga mayor presencia de museo.
EL NUEVO PROYECTO
Este proyecto es presentado por los arquitectos Jorge Alvarez-Builla, Laura Torres Roa y Margaux Eyssette quienes nos explican su propuesta basados en dos ejes principales: un reordenamiento interior de los espacios contenidos; así como la reformulación del espacio contenedor de la cubierta y fachada.
Actualmente los espacios albergan la exposición permanente musealizada, un depósito visitable, salas de exposiciones temporales, un área de restauración de textiles y las oficinas de la Fundación Amano. Dichos espacios no son suficientes ni están relacionados de la mejor manera; por ello se amplía el programa y se libera la interconexión de los mismos.
La fábrica existente, muros y cubierta, carece de aislamiento térmico y tiene unos equipos de climatización antiguos, de bajo rendimiento, que elevan el consumo energético a niveles inasumibles para la institución, cuyas instalaciones requieren oscuridad, baja temperatura y control de la humedad para la conservación de tejidos.
La fachada, de la que se ha construido una prueba, es un zig zag pintado con colores triangulados, creando un efecto dinámico al ser observada en movimiento desde la Calle Angamos (una concurrida y principal avenida en Lima).
Un detalle: Antes no entendía el clásico nombre de este museo en correspondencia para lo que podría encontrarse en el interior, pero conforme conoces y vas viendo las vitrinas o murales, vuelves a leer el nombre (su apellido) y se agradece que su fundador peruano-japonés se haya dado el tiempo y el trabajo de recopilar, clasificar y conservar todo este patrimonio. “Amano”, ahora se entiende el nombre; además que hay sincronía por el hecho en que todo haya sido hecho “a mano”.
Si sigues los hilos tarde o temprano te perderás entre los tejidos elaborados con tanta destreza y detalle; suma precisión, tiempo y paciencia; cuidado y delicadeza; variedad de diseños y texturas; técnicas llevadas a su máxima expresión; colores y patrones; mística, dioses y monstruos…
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