Esta casa, ubicada frente a la bahía de Paracas, nace del vacío que genera el emplazamiento del programa en el interior de un lote; los recintos acogen una serie de vivencias en el quehacer cotidiano y sus relaciones acontecen en el exterior en relación al cielo y al mar.
La superficie natural de la bahía inunda su materialidad: su rugosidad es la manifestación de vivir frente al mar y sus espacios se develan fragmentados y concatenados desde el vacío de luz y en su relación de figura y fondo. La arquitectura de esta casa se manifiesta austera y espacial, se articula desde un trazo ortogonal e imbricado en relación al lote.
El espacio interior de la casa es a su vez el espacio exterior y la prolongación de la mirada acompaña, desde el recorrido, la perspectiva de la vivencia cotidiana. Decía Palladio que la casa es como una ciudad en donde se pueden evidenciar sus calles y algunas jerarquías urbanas, en donde se insertan recorridos y espacios que nos sitúan en relación al todo.
Esta casa se asiste de la calidez del desierto para habitar los patios y generar calles en su interior desde las cuales se construye la realidad de Paracas, se enmarca el cielo y el paso del tiempo en el silencio de sus recintos.
Otro tema que explora la casa es la discontinuidad en la experiencia del espacio tan negada por la arquitectura moderna y más bien generamos continuidades exteriores en donde los recintos cobijan el interior desde un trazo en clave prehispánica, resguardando así la escala de la vivencia doméstica frente al mar.
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