Masa Sobre Mesa es un proyecto que nace desde la búsqueda de la calidez y la experimentación dentro de un espacio gastronómico íntimo y cuidadosamente diseñado. El estudio de arquitectura Peatonal asumió el desafío de convertir apenas 100 metros cuadrados en una experiencia sensorial donde cada detalle cobra significado y cada material cuenta una historia.

El restaurante se organiza en dos salones diferenciados. El primero, de atmósfera más íntima, combina mesas y sillas de madera con otras de metal junto a la ventana, generando un contraste que dialoga con la luz natural. La fachada se convierte en un gesto identitario: una gran ventana de forma orgánica que evoca la esencia de la marca, acompañada por puertas de madera perforadas con círculos y luminarias de acero inoxidable que completan la composición con una precisión casi escultórica.


El segundo salón concentra la acción alrededor de una barra de acero inoxidable con tablero curvo, concebida como un escenario donde el chef prepara las pizzas frente a los comensales antes de introducirlas en el horno de barro. En este espacio, Peatonal invitó al artista contemporáneo Xomatok, quien intervino el marco del horno y una de las paredes con su lenguaje visual característico, aportando color y energía al ambiente.


Cada superficie, desde puertas y muros hasta pisos, fue diseñada con intención y detalle, creando un entorno que respira identidad en cada rincón. Fiel al estilo del estudio, la experiencia culmina en el baño, concebido como “la cereza del pastel”: un espejo de marco curvo y un damero de cerámicos en muros y pisos transforman un espacio cotidiano en un elemento sorpresa cargado de carácter.


La mezcla de materiales —madera, acero, barro y cerámica— da vida a un restaurante que trasciende lo convencional. Masa sobre mesa no se percibe como un espacio estático, sino como un lugar en constante evolución, abierto a nuevas experiencias sensoriales.


Así, el proyecto se presenta como un manifiesto de la arquitectura viva, donde el diseño trasciende la función para convertirse en una narrativa que acompaña el tiempo, la comida y la memoria.
Fotografía: Renzo Rebagliati