En las Islas del Golfo, emerge esta estructura en acero como una majestuosa escultura entre la fauna silvestre.
El archipiélago de las Islas del Golfo, ubicado entre Vancouver y la costa pacífica de la provincia de British Columbia, en Canadá, es uno de esos lugares del mundo que bien podría ser considerado como un pequeño paraíso para los amantes de la naturaleza y la tranquilidad. Vistas espectaculares, fauna silvestre, vegetación endémica, amaneceres y atardeceres de ensueño, noches estrelladas y el sonido del océano son sólo algunas de las bondades que estas islas tienen para ofrecer a sus visitantes.
No es de extrañarse que el arquitecto Tony Robins, fundador del despacho AA Robins, se inspirara en el imponente entorno natural de este sitio para llevar a cabo el concepto de una espléndida residencia vacacional ubicada en una de las Islas del Golfo. “Ésta fue mi obsesión. El lugar le dio forma a la volumetría, a los materiales, al color y al carácter del proyecto: el océano, los excepcionales árboles arbutus, la disposición de las rocas y el litoral escarpado”, aseguró el talentoso Robins.
Sólo requirió una hora, después de visitar el terreno por primera vez, para quedar cautivado y comenzar a imaginar el diseño volumétrico e imponente del proyecto: elevaría la casa para poder tener una vista completa del océano desde el momento de llegar al lugar, de modo que no hubiera obstáculos que interrumpieran esta experiencia.
Fue así como el esquema arquitectónico cotempló que los espacios al nivel del suelo fueran únicamente la cocina, el comedor y la sala de estar, mientras que las dos alas principales en las que se encuentran los dormitorios —las cuales cubren 57 metros de largo— fotaran encima del borde rocoso de la costa para enmarcar las vistas, creando una conexión excepcional entre interior y exterior.
Una residencia paradisíaca en medio del bosque en Canadá
En las Islas del Golfo, emerge esta estructura en acero como una majestuosa escultura entre la fauna silvestre.
ARQUITECTURA: TONY ROBINS / AA ROBINS
FOTOGRAFÍA: EMA PETER PHOTOGRAPHY
El archipiélago de las Islas del Golfo, ubicado entre Vancouver y la costa pacífica de la provincia de British Columbia, en Canadá, es uno de esos lugares del mundo que bien podría ser considerado como un pequeño paraíso para los amantes de la naturaleza y la tranquilidad. Vistas espectaculares, fauna silvestre, vegetación endémica, amaneceres y atardeceres de ensueño, noches estrelladas y el sonido del océano son sólo algunas de las bondades que estas islas tienen para ofrecer a sus visitantes.
No es de extrañarse que el arquitecto Tony Robins, fundador del despacho AA Robins, se inspirara en el imponente entorno natural de este sitio para llevar a cabo el concepto de una espléndida residencia vacacional ubicada en una de las Islas del Golfo. “Ésta fue mi obsesión. El lugar le dio forma a la volumetría, a los materiales, al color y al carácter del proyecto: el océano, los excepcionales árboles arbutus, la disposición de las rocas y el litoral escarpado”, aseguró el talentoso Robins.
Sólo requirió una hora, después de visitar el terreno por primera vez, para quedar cautivado y comenzar a imaginar el diseño volumétrico e imponente del proyecto: elevaría la casa para poder tener una vista completa del océano desde el momento de llegar al lugar, de modo que no hubiera obstáculos que interrumpieran esta experiencia.
Fue así como el esquema arquitectónico cotempló que los espacios al nivel del suelo fueran únicamente la cocina, el comedor y la sala de estar, mientras que las dos alas principales en las que se encuentran los dormitorios —las cuales cubren 57 metros de largo— fotaran encima del borde rocoso de la costa para enmarcar las vistas, creando una conexión excepcional entre interior y exterior.
“Decidí que las principales áreas sociales fueran abiertas para que no hubiera límites al correr todos los ventanales. Así, las rocas dispuestas a manera de cascada descendente, la piscina panorámica y los patios, proyectados en diferentes niveles recubiertos de granito, se fusionan, convirtiéndose en parte integral del paisaje”, explicó el arquitecto.
Indudablemente, uno de los mayores retos que Tony Robins enfrentó durante la realización de la obra fue el ensamblaje de la estructura monumental de la casa: un revestimiento de más de 600 metros cuadrados, elaborado en acero corten. “La casa se manufacturó en una fábrica que desarrollé con varios socios, y fue transportada al lugar en 23 módulos prefabricados. La curva de aprendizaje fue inmensa, pero al final llegó por medio de una barcaza y fue un proceso bastante exitoso. Los cimientos, al igual que la mayoría de los acabados, fueron completados in situ por el extraordinario contratista local Dave Dandeneau”, recordó Tony Robins.
Pero más allá de los desafíos en torno a la residencia, la creación de esta obra le ha dejando a Robins un sinnúmero de satisfacciones tanto profesionales como personales. “El disfrute total de la casa por parte de los clientes ha sido mi mayor gusto. También la oportunidad de incluir contenido simbólico, como la orilla de la piscina panorámica, por ejemplo, que tiene una pieza de aluminio con orificios que, en braille, indican el primer nombre que los españoles le pusieron a la isla y que, poco a poco, toman una forma más abstracta hasta emular la silueta de las rocas que se encuentran debajo. Además, todo el mundo parece amar esta casa, lo cual es sumamente halagador”, concluyó el director de AA Robins.
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