Durante más de un siglo, el minimalismo ha influido en la producción arquitectónica a nivel mundial, asentándose como un canon estético para proyectos de escalas y ubicaciones variadas. A través del racionalismo y el funcionalismo, con un rechazo hacia el ornamento y en sintonía con el desarrollo de los nuevos materiales, el movimiento moderno sentó las bases sobre las cuales se desarrollaría la arquitectura minimalista.
A lo largo del siglo XX, los arquitectos retomaron estos conceptos, popularizando la utilización de materiales como el vidrio, el acero y el hormigón armado. Con el tiempo, los diseños minimalistas y modernos se vincularon estrechamente, asociados por la estética, el costo y los métodos constructivos.
El minimalismo se manifestó en primera instancia como un movimiento artístico –propio de los años subsiguientes a la Segunda Guerra Mundial-, y poco tiempo después, logró consolidarse como una estética de diseño que inundó masivamente las producciones de las décadas de 1960 y 1970. La arquitectura minimalista, por su parte, se popularizó a finales de los años ochenta -principalmente en Londres y Nueva York-, donde los proyectos se caracterizaron por presentar detalles sencillos, atmósferas cargadas de claridad y pureza y un escaso mobiliario- Hoy en día, la arquitectura contemporánea retoma las ideas del minimalismo, combinando líneas limpias con refinadas paletas de materiales para lograr geometrías icónicas. Hay muchos movimientos que nutrieron e influenciaron este estilo, entre ellos la Bauhaus, De Stijl y la arquitectura tradicional japonesa. El término minimalismo también se utiliza con frecuencia para describir cualquier tema o asunto reducido a sus elementos escenciales.
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