Casa T es un proyecto que explora cómo pueden coexistir la vida doméstica y el trabajo creativo de un tatuador bajo un mismo techo, integrando dos programas distintos: un introspectivo atelier de trabajo y una cálida residencia familiar. Ubicada en un terreno trapezoidal dentro de un suburbio de densidad media al oeste de Bangkok, Tailandia. La construcción orienta su fachada angular hacia una avenida principal muy transitada, protegiendo su interior mediante superficies minimalistas.
Diseñada en estrecha colaboración con su propietario, un tatuador reconocido por su oficio, la vivienda trasciende la función tradicional. Más allá de ser un lugar para vivir o trabajar, se concibe como un espacio para la expresión, la narrativa y la creatividad.
Casa T presenta dos experiencias espaciales claramente diferenciadas. Por un lado, el atelier de trabajo, pensado para sentirse privado y elevado, transmite una atmósfera de exclusividad, ritual y misterio. Contrario a los estereotipos de estudios de tatuajes oscuros y cerrados, este espacio se construye desde una lógica biofílica, permitiendo el juego de la luz natural. La paleta de materiales oscuros y con tonos tinta rinde homenaje al medio de trabajo del artista. El acceso se realiza a través de un umbral oculto que conduce a un volumen de doble altura, el corazón del atelier, el cual conecta visual y sensorialmente con un patio interior, introduciendo luz natural y vegetación al espacio.
Por otro lado, la residencia familiar, con entrada independiente, se despliega con suavidad y serenidad. Los materiales cálidos, los tonos claros y la luz filtrada moderan el ritmo espacial, suavizando la geometría arquitectónica para crear un ambiente propicio para el descanso y la contemplación. Las funciones cotidianas se distribuyen en dos niveles, orientados hacia patios privados secundarios. Este espacio íntimo y reservado brinda al artista un retiro de su práctica diaria y un lugar donde recargar su creatividad.
La yuxtaposición de estos dos mundos no es accidental. La separación entre lo profesional y lo personal no se plantea como un muro, sino como un umbral. En esta búsqueda de equilibrio, Casa T se convierte en una narración tanto arquitectónica como emocional: el retrato de una vida trazada en tinta, luz y espacio.