La Casa N, diseñada por el estudio Crearq, surge de una premisa esencial: concebir un hogar no como un conjunto de espacios individuales, sino como un refugio emocional pensado para una familia que vive, siente y crece en conjunto. Este proyecto no busca la perfección formal, sino la presencia genuina; es un lugar construido para la contemplación, los rituales compartidos y la alegría serena del cotidiano.
Desde el inicio, la familia tuvo una intención clara: crear un entorno que invite al encuentro y honre los momentos simples de la vida diaria. Crearq respondió con una arquitectura que trasciende lo material para convertirse en atmósfera. Dos volúmenes se disponen en torno a un patio central, concebido como un vacío con sentido, donde la naturaleza ocupa el lugar protagónico y actúa como vínculo entre todos los ambientes. Cada habitación se abre hacia este núcleo, permitiendo que la luz, el aire y la memoria fluyan constantemente.
El diseño se rige bajo el principio de “restar para sumar”, donde el silencio, la sombra y la quietud adquieren un valor esencial. La selección de materiales fue determinante en la construcción de la identidad emocional del proyecto: piedra, madera y baldosas de terracota evocan los recuerdos de la infancia de la familia en casas rurales tradicionales, reinterpretados bajo un lenguaje contemporáneo y atemporal.
Casa N no se plantea como una obra para exhibir, sino como un homenaje a la vida compartida. Es una arquitectura que no busca impresionar, sino acompañar; una casa de espacios abiertos para el encuentro, donde cada rincón está pensado para abrazar lo que realmente importa: la conexión humana.
Fotografía: Mateo Soto




